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​Héroes Invisibles
Esther Carriazo
Madre de David
meses de espera son nueve meses de incertidumbre. Es un cómo será, cómo olerá. Es un cuánto pesará o cómo de suave será. Son preguntas que se resuelven cuando ves la cara del bebé, le coges y sientes por fin lo que llevas gestando desde que toda la aventura comenzó. Sin embargo, no siempre es así. Esther no tuvo esa suerte.
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“Yo le oí llorar y se lo llevaron… Lo mío fue un parto por cesárea. Te ponen la epidural, un parapeto delante y tú escuchas todo, pero no ves nada. En ese instante, pedí por favor ver al niño, pero me dijeron que no, que el niño no estaba bien. Mira, aún me genera cierto agobio hablar de esto.”- Hace un esfuerzo por recordar cada sensación que vivió. Esther es madre de David, un niño que nació sólo con un riñón porque el otro no se había desarrollado.
"¿Qué gano pensando que esto es un castigo?"
A ella le dan el alta, puede irse a casa. Su hijo, no. Ahí uno empieza a entender la realidad de la situación. “Aunque David estaba visible, estaba lleno de cables. Yo nunca había visto un bebé así y eso es muy chocante. Pero quizá lo que más me dolió fue saber que no se me permitía tocarle”. Esther pasó muchos días en la unidad de cuidados intensivos cuidando de su bebé en la distancia porque no le podía tocar, coger, ni siquiera acariciarle.
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La historia de Esther tuvo un comienzo complicado, pero para ella, su fe en la religión es lo que ha ayudado a toda su familia, a entender que esto es algo que pueden soportar. “La fe me ha enseñado a valorar que esto es una cruz y que si el Señor nos la ha mandado es porque podemos con ella, podemos salir fortalecidos y podemos ayudar a otras personas.” – continúa, - “¿Qué gano pensando que esto es un castigo? Nada, porque esto no es un castigo; David ya está aquí. Yo tengo a mi hijo y eso no es ningún castigo. Al contrario.”
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Sin embargo, es necesario entender que esto es algo para toda la vida y que todo cambia. Hay muchos detalles secundarios que exigen una reestructuración ya sea familiar, laboral o incluso logística. “La diálisis peritoneal, la de casa, supone llenar tu hogar de material con el que hacer el tratamiento. La casa cambia. De repente, te enteras de que necesitas espacio para almacenar todas las bolsas de suero que se necesitan”-. Detalles que probablemente un médico no explica en consulta, pero que se suman al proceso de adaptación de las familias.
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“tiri riri, tiri riri” es el sonido de la alarma que tiene Esther en su móvil para acordarse de la medicación de David. Esther trabaja, es autónoma y ha conseguido con éxito conciliar su vida laboral y familiar. Pero también es el sonido de la llamada que recibió advirtiendo que había un posible donante para David. Cuando un paciente está en lista de espera para donante cadáver y es convocado, no tiene por qué ser el riñón para él. Para un mismo órgano se citan a varios pacientes y el más compatible con ese riñón es el que se trasplanta. Las posibilidades de conseguirlo a la primera son muy reducidas, pero llámenlo fe, llámenlo suerte, a David le tocó ese día.
"Preferiría no haber pasado todo esto, pero lo he pasado y ahora no lo cambio por nada del mundo"-.
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